Por: Percy Jonathan Rosas Valderrama
La profesión de “economista” se ha venido escuchando cada vez más en los últimos años, sobre todo por las consecuencias de una crisis financiera originada en Estados Unidos, que ahora se ha trasladado al sector real de muchas economías del mundo, llegando a afectarlas en sus niveles de producción, empleo y que condujo, de una forma irónica y algo cruel, a un endeudamiento cada vez mayor de los gobiernos en su intento por frenarla y darle un impulso a la economía. Bueno, sin ánimos de mencionar a Europa, todo esto es ya historia conocida.
La profesión de “economista” se ha venido escuchando cada vez más en los últimos años, sobre todo por las consecuencias de una crisis financiera originada en Estados Unidos, que ahora se ha trasladado al sector real de muchas economías del mundo, llegando a afectarlas en sus niveles de producción, empleo y que condujo, de una forma irónica y algo cruel, a un endeudamiento cada vez mayor de los gobiernos en su intento por frenarla y darle un impulso a la economía. Bueno, sin ánimos de mencionar a Europa, todo esto es ya historia conocida.
Esta crisis
internacional ha reflejado también una crisis en la teoría económica, y se ha
otorgado a los economistas cierta culpabilidad, ya sea por acción u omisión,
tanto en la formación de la crisis como en la previsión y/o predicción de ésta,
y tal parece como si el mundo, sobre todo la prensa y algunos políticos han
puesto sobre nuestras espaldas la responsabilidad de darle solución.
Cabe resaltar
que sí hubo economistas que predijeron la crisis, pero estas pocas predicciones
se perdieron entre un mar de tantas otras que auguraban un periodo de auge
económico. Y entonces, surge la pregunta: ¿Por qué los economistas se
contradicen tanto, unos a otros, con respecto a la situación futura de la
economía? Parece ser la pregunta del millón y suele ser motivo de crítica a la
profesión.
Sin embargo, esto
no es nuevo, el escritor irlandés, George Bernard Shaw, escribió hace más de un
siglo: “si todos los economistas se
pusieran uno al lado de otro, no llegarían a una conclusión”, por su parte,
Winston Churchill,
no se quedó atrás y expresó una inmortal y cómica frase: “Si usted coloca a
dos economistas en una habitación, usted obtiene dos opiniones—a menos que uno
de ellos sea Lord Keynes, en cuyo caso obtiene tres”. Se dice que la
economía es el único campo en el que dos personas pueden obtener un Premio
Nobel por decir uno exactamente lo contrario del otro.
Lo cierto es que existen muchas razones por las cuales los economistas
pueden diferir sobre un aspecto en específico. Es importante recordar que la
economía es una ciencia social, que estudia el comportamiento de los seres
humanos con respecto a sus decisiones económicas, por lo tanto no es una
ciencia exacta como las matemáticas.
Al
enfrentarse ante un mundo extremadamente complejo, como es el de predecir el
comportamiento humano, los economistas han de basarse en modelos. Un modelo no
es más que una simplificación de la realidad; consiste en seleccionar unas variables
que se consideren determinantes y despreciar una multitud de otras que se
consideren poco relevantes. En base a estas variables se construye el modelo y,
si se ha acertado en su elección, el modelo nos permitirá predecir el
comportamiento humano en relación a una actividad económica específica.
Hasta
ahora, todo se ve muy fácil, muy simple, pero el modelo incluye un componente
estocástico que recoge todos los errores o variables no especificadas en él. Y
hay veces, haaay veces en las que este componente suele ser el que explique en
gran medida el fenómeno económico. Esto hace
que en muchos casos las teorías y pronósticos económicos tengan fallos.
Para terminar y
responder la pregunta que se planteó al inicio. ¿Cuántos economistas se
necesitan para cambiar un foco?
Bueno, la respuesta es… depende.
Si hay dos y son
de la escuela de Chicago, indudablemente seguirán ambos a oscuras (esperando
que sea el mercado el que lo arregle). Si esa pareja fuera partidaria de Adam
Smith, ambos verán una mano invisible pasar y no es seguro que la mano
invisible se encargue de cambiar el foco, pero al menos cada uno confesará al
otro haber visto una mano invisible. Si la pareja de economistas fuera
partidaria de corregir el mercado, requerirán que un tercero cambie la
bombilla, preferiblemente alguien no economista. Si fueran ambos decididamente
keynesianos podría ser que lograran cambiar el foco tras construir varias
fábricas de bombillas en los alrededores o más allá. Y si los dos economistas
fueran de diferente tendencia, mejor que no se les queme el foco; ni pensarlo.
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